Hebreos 12:11 y la Urgencia de la Corrección Bíblica en la Iglesia Actual

Hebreos 12:11 y la Urgencia de la Corrección Bíblica en la Iglesia Actual

Este artículo reflexiona sobre la urgencia de corregir el pecado en la iglesia, sin favoritismos, fundamentando cada principio en la Escritura y mostrando el peligro de la falta de disciplina.

Biblia Vida Cristiana Para los pastores
Yosvany Yosel Yosvany Yosel 523 vistas Público

En la iglesia de Cristo hoy, la fidelidad a la Palabra de Dios enfrenta una presión constante: vivimos en una cultura que exalta la tolerancia sin límites, la comodidad y el evitar el conflicto a toda costa. Esto ha llevado a que muchas congregaciones, por temor a perder miembros influyentes, recursos económicos o talentos valiosos, dejen de lado la corrección necesaria del pecado. Sin embargo, la Escritura enseña que la disciplina no es opcional, sino una expresión genuina del amor de Dios y un camino indispensable hacia la madurez y la pureza espiritual.

La disciplina: una señal de amor y madurez

La carta a los Hebreos nos recuerda que la disciplina, aunque inicialmente dolorosa, produce frutos de justicia y paz en quienes la reciben con humildad y disposición al cambio:

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”
Hebreos 12:11

Dios actúa como un padre amoroso: corrige a sus hijos porque los ama y desea que crezcan en santidad. La parcialidad —tratar de manera diferente a quienes tienen más influencia, recursos o talentos— es contraria al carácter justo de Dios (Hechos 10:34). El amor verdadero se demuestra al corregir con verdad y mansedumbre, no al encubrir el error por conveniencia (Proverbios 27:5-6).

El mandato de corregir y predicar la verdad

La corrección bíblica es un mandato claro. Ignorar el pecado no solo es desobedecer a Dios, sino que también pone en riesgo la salud espiritual de la iglesia. Jesús mismo enseñó que es necesario reprender y disciplinar a los que amamos, y Pablo exhortó a los líderes a predicar la Palabra con fidelidad, corrigiendo y exhortando con paciencia (2 Timoteo 4:2). El apóstol Pablo también confrontó a la iglesia de Corinto por tolerar el pecado en sus filas, mostrando que la disciplina es esencial para preservar la pureza del cuerpo de Cristo (1 Corintios 5).

La disciplina en la iglesia no es un castigo arbitrario, sino un proceso de restauración y protección. Cuando la corrección se ignora, se abre la puerta a la confusión, la hipocresía y la apostasía. Una iglesia que tolera el pecado pierde su testimonio y deshonra el nombre de Cristo. Por eso, la restauración debe ser siempre el objetivo, actuando con mansedumbre y buscando el bien del hermano que ha caído (Gálatas 6:1).

Jesús mismo nos dejó un modelo de cómo confrontar el pecado de manera progresiva y restaurativa (Mateo 18:15-17). La iglesia debe ser un lugar donde la verdad y el amor se practican sin favoritismos, donde la corrección se ejerce con humildad pero también con firmeza. No importa cuánto alguien diezme, ofrende o cante; si vive en pecado, debe ser confrontado con la Palabra de Dios, buscando siempre su restauración y reconciliación.

Manifestaciones del pragmatismo en la iglesia

El pragmatismo —hacer lo que “funciona” o lo que parece conveniente, más que lo que es bíblico— se manifiesta en prácticas como:

  • No corregir el pecado de un líder o miembro influyente para no perder su apoyo, su liderazgo o sus recursos.
  • Adaptar el mensaje bíblico para no incomodar a la congregación, suavizando la verdad o evitando temas incómodos, con tal de agradar a todos.
  • Priorizar actividades o programas que atraen multitudes, aunque no promuevan la santidad ni el discipulado genuino, buscando el éxito visible antes que la transformación espiritual.

Estas actitudes pueden parecer útiles a corto plazo, pero a la larga debilitan la vida espiritual de la iglesia y la alejan de su propósito bíblico. La iglesia está llamada a ser columna y baluarte de la verdad, no un club social que busca agradar a todos.

El llamado bíblico: fidelidad, valentía y verdad

La responsabilidad de corregir lo malo y predicar la verdad no es solo de los pastores o líderes, sino de toda la iglesia. Cada creyente está llamado a no participar de las obras infructuosas de las tinieblas, sino a reprenderlas y exhortar con autoridad, como enseña Pablo en Tito 2:15.

No debemos sacrificar la santidad por agradar a los hombres, sino predicar y vivir la verdad, para que el fruto apacible de justicia sea evidente en todos. Cuando la disciplina se ejerce bíblicamente, la iglesia glorifica a Dios, protege a la congregación y restaura al caído, cumpliendo así el propósito divino para su pueblo.

Cuando la disciplina se ejerce bíblicamente, la iglesia glorifica a Dios, protege a la congregación y restaura al caído, cumpliendo así el propósito divino para su pueblo. Que nunca falte en nuestras congregaciones la valentía de corregir lo malo y la pasión por predicar la verdad, sin temor y sin acepción de personas. Solo así veremos una iglesia fuerte, sana y llena del fruto de justicia que agrada a nuestro Señor.

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