Las consecuencias de servir sin una relación íntima con el Espíritu Santo

Las consecuencias de servir sin una relación íntima con el Espíritu Santo

Muchas personas sienten el llamado a servir en la iglesia por amor a Dios, pero servir sin una conexión profunda con el Espíritu Santo puede llevar al agotamiento, a la superficialidad, al orgullo y a la desunión.

Vida Cristiana Para los pastores
Yosvany Yosel Yosvany Yosel 8 vistas Público

odos nosotros, si hemos sido tocados por el amor de Dios, sentimos un impulso natural de servir. Queremos hacer algo por el Reino, queremos ser útiles en la iglesia, queremos impactar al mundo con el mensaje de Cristo. Y esto es bueno, es la evidencia de una fe viva. Pero, ¿es suficiente con el deseo, con la buena intención, o incluso con la habilidad y el talento humano?

La Biblia nos revela que la vida cristiana, y especialmente el servicio cristiano, no es una empresa que podamos emprender o sostener por nuestras propias fuerzas. Hay un Agente divino, una Persona de la Trinidad, que es indispensable para cada paso de nuestra vida y, sobre todo, para cada acto de servicio: el Espíritu Santo. Si intentamos servir a Dios sin depender profunda y continuamente de Él, las consecuencias pueden ser nefastas, tanto para nosotros como para el supuesto "fruto" de nuestro trabajo.

I. Agotamiento, Frustración y Burnout (Quemados por el Servicio Vacío)

Imagina un automóvil de alta gama, con un diseño impecable y todas las características tecnológicas. Es perfecto, está listo para un largo viaje. Pero si no le pones combustible, ¿a dónde llegará? A ningún lado. Se detendrá, se quedará parado, y toda su magnificencia será inútil.

Así es el servicio sin el Espíritu Santo. Podemos tener la mejor preparación teológica, las mayores habilidades de liderazgo, una oratoria brillante, o una capacidad organizativa envidiable. Podemos estar llenos de buenas intenciones y un celo inicial. Pero si intentamos servir con nuestra propia "gasolina", el agotamiento es inevitable. Nos quemaremos. La alegría del servicio se convertirá en una carga pesada, una obligación. Nos sentiremos frustrados porque nuestros esfuerzos, aunque grandes, parecen no producir el fruto deseado o no sostenerse en el tiempo.

Jesús mismo nos dijo en Juan 15:5: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer." La palabra "nada" es absoluta. No dice "poco", dice "nada". Y esto no solo se refiere a nuestra salvación, sino a nuestra capacidad de vivir y servir de forma que trascienda lo humano. El Espíritu Santo es el flujo vital que nos conecta con la Vid. Sin Él, cualquier "hacer" se convierte en un simple activismo religioso, que drena en lugar de edificar. El gozo se disipa, la pasión se enfría, y terminamos cansados, resentidos, y preguntándonos si todo el esfuerzo valió la pena.

II. Superficialidad, Inautenticidad y Falta de Poder Transformador

Cuando servimos en nuestra propia fuerza, lo que producimos tiende a ser superficial. Podemos tener programas impresionantes, sermones elocuentes, música inspiradora, pero si la fuente no es el Espíritu de Dios, faltará la unción, la profundidad y el poder que realmente transforma vidas.

Los fariseos, a quienes Jesús reprendió duramente. Eran maestros de la ley, observadores meticulosos de los rituales, muy diligentes en su servicio religioso. Pero Jesús los llamó "sepulcros blanqueados", hermosos por fuera, pero llenos de huesos muertos por dentro (Mateo 23:27). ¿Por qué? Porque su servicio era externo, legalista, sin una conexión genuina con el corazón de Dios, que solo el Espíritu puede revelar.

Pablo, en 1 Corintios 2:4-5, nos da una clave fundamental: "Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios." Cuando el Espíritu Santo es el motor de nuestro servicio, nuestras palabras no son solo palabras; son espíritu y vida. Nuestra ayuda no es solo ayuda; es compasión sobrenatural. Nuestro ministerio no es solo un programa; es una extensión viva del Reino de Dios. Sin Él, nuestros esfuerzos pueden sonar bien, verse bien, pero carecen de la chispa divina, de la capacidad de penetrar los corazones, de traer sanidad verdadera, de romper cadenas espirituales. Se convierte en una inautenticidad, un "hacer cristiano" que no es verdaderamente espiritual.

III. Orgullo, Auto-suficiencia y Asignación de Crédito Equivocada

Esta es quizás una de las consecuencias más sutiles y peligrosas. Cuando servimos sin una dependencia consciente y constante del Espíritu Santo, empezamos a creer que nuestros talentos, nuestra inteligencia o nuestra ardua labor son la clave del éxito. Si las cosas van bien, el ego se infla. Creemos que "nosotros" lo logramos. Si las cosas van mal, nos deprimimos porque "fallamos". En ambos casos, el foco está en nosotros.

Zacarías 4:6 dice: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos." El Espíritu Santo es el que capacita, el que guía, el que da la sabiduría y el poder. Cuando reconocemos nuestra total dependencia de Él, toda la gloria va a Dios, porque sabemos que somos meros instrumentos en Sus manos. Pero si nos auto-suficiencia y pensamos que lo estamos haciendo por nuestra propia astucia o capacidad, la puerta al orgullo se abre de par en par. Nos volvemos vulnerables a la vanagloria, a comparar nuestros "logros" con los de otros, a sentirnos superiores o, por el contrario, a caer en la desesperación si no obtenemos el reconocimiento que creemos merecer. El servicio se convierte en una plataforma para el lucimiento personal en lugar de un altar para la adoración a Dios.

IV. Desorientación, Conflictos y Falta de Unidad

El Espíritu Santo es también el Espíritu de verdad, de sabiduría y de unidad. Cuando le ignoramos o no le buscamos íntimamente, podemos caer en la trampa de servir basados en nuestra propia lógica, nuestras preferencias personales, o incluso en las agendas humanas. Esto lleva a la desorientación. ¿Estamos sirviendo en el lugar correcto? ¿Estamos haciendo lo que Dios realmente quiere, o lo que creemos que Él quiere basándonos en nuestras propias ideas?

Piensen en los primeros discípulos antes de Pentecostés. Estaban juntos, pero llenos de miedo, discutiendo sobre quién sería el mayor. Fue solo después de que el Espíritu Santo descendió que fueron llenos de poder, sabiduría y una unidad sobrenatural que les permitió expandir el evangelio (Hechos 2).

Sin la dirección del Espíritu, el servicio en la iglesia o en cualquier ministerio puede degenerar en conflictos. Cada uno cree tener la razón, cada uno defiende su "visión", y lo que debería ser un equipo trabajando en armonía por un mismo fin, se convierte en un campo de batalla de voluntades humanas. La falta de sumisión al Espíritu Santo es una de las mayores causas de división en el cuerpo de Cristo. Él es quien nos da discernimiento para saber qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo, y nos capacita para trabajar juntos en amor y humildad.

V. Una Llamada a la Intimidad con el Espíritu Santo

Busquemos una relación más profunda e íntima con el Espíritu Santo.

¿Cómo lo hacemos?

  1. Arrepentimiento: Reconoce y arrepiéntete de cualquier autosuficiencia, orgullo o servicio en tus propias fuerzas. Pide perdón por haber ignorado al Espíritu Santo.
  2. Dependencia Consciente: Cada mañana, al comenzar tu día y antes de cualquier tarea de servicio, detente y pide al Espíritu Santo que te dirija, que te capacite, que te dé la sabiduría y el poder. Hazlo una oración constante a lo largo del día.
  3. Tiempo en la Palabra y Oración: El Espíritu Santo habla a través de la Palabra. Sumérgete en las Escrituras. Pasa tiempo en oración, no solo hablando, sino también escuchando Su voz. Desarrolla un oído espiritual sensible a Su dirección.
  4. Sensibilidad y Obediencia: Permite que el Espíritu Santo te guíe en las pequeñas cosas. Si sientes una impresión, un llamado, una dirección, obedece. La obediencia en lo pequeño construye la capacidad de obedecer en lo grande.
  5. Cultiva el Fruto del Espíritu: Una relación íntima con el Espíritu no es solo para "hacer" sino para "ser". Él producirá en ti amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22-23). Este fruto es el verdadero testimonio de Su obra en ti y la base de un servicio auténtico.

Que hoy sea un día de reencuentro con el Espíritu Santo. Él no es una fuerza impersonal, sino una Persona divina que anhela guiarte y transformarte. Él es la fuente inagotable de poder, paz, gozo y eficacia en el servicio.

No sirvamos por obligación, por costumbre, o por nuestra propia habilidad. Sirvamos en la plenitud del Espíritu Santo, y veremos cómo el agotamiento se convierte en gozo, la superficialidad en poder transformador, el orgullo en humildad, y la desorientación en dirección divina.

¿Quieres estar siempre informado?

¡Suscríbete a nuestro boletín y recibe directamente en tu correo electrónico todas las novedades, artículos y recursos que publicamos en nuestra web!